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En esta clase de cirugía, también llamada lipectomía abdominal, el objetivo es acabar con el exceso de piel y grasa de la parte media-baja del abdomen, haciendo más fuerte la musculatura de la pared abdominal. La abdominoplastia está recomendada para personas que tras someterse a dieta y ejercicio no logran rebajar el volumen de su abdomen. O que han sufrido una considerable disminución de peso -o un embarazo- y la piel de su vientre ha quedado bastante flácida.
Cuando un abdomen tiene exceso de piel que incluso llega a descansar sobre el pubis -lo que coloquialmente se denomina “faldón”-, y/o unos flancos que sobresalen y cuelgan por encima de la línea del cinturón, se puede requerir una abdominoplastia. Además, si hay depósitos de grasa, estos pueden ser extraídos con una pequeña liposucción abdominal dentro de la intervención quirúrgica.
En la primera visita es muy importante que el experto esté informado de si llevas una vida más o menos sedentaria, si tu trabajo es activo o no, etc. De ahí nacerán las claves para un diagnóstico correcto. El cirujano te examinará meticulosamente y medirá tus proporciones. Lo fundamental en esta etapa es que la comunicación cirujano-paciente sea abierta y sincera, debido a que tras este primer contacto tendrás la posibilidad de asegurarte de si el cirujano que te ha atendido te aporta la suficiente confianza para seguir con el proceso de abdominoplastia.
El primer paso consiste en extraer la grasa y la piel sobrante del abdomen, y luego se tensan internamente los músculos que quedaron distendidos. De esta forma, se consigue una pared abdominal más dura, y una cintura más delgada. En función de la gravedad que presente cada paciente, existen distintas técnicas quirúrgicas. En ocasiones se practica una incisión vertical desde el ombligo hacia abajo, o también de cadera a cadera por debajo de la línea del bikini. Aunque en las intervenciones de abdominoplastia más sencillas la incisión es horizontal, sobre la pelvis (miniabdominoplastia).
No te impacientes si te sientas nerviosa, sigue con tus ocupaciones del día a día con total normalidad. Tu cirujano, en el preoperatorio, procederá a tomar fotos de la zona a intervenir, que se utilizarán como guías en la operación. Por otra parte te pedirá que te realices diversas pruebas médicas, como un examen de sangre. E intenta dejar de fumar; tu salud te lo va a agradecer y tu cicatrización siempre va a ser mejor.
Procura reposar la noche previa todo lo que puedas, y por la mañana realiza tu aseo corporal con un jabón neutro. Una vez llegues al hospital, deberás ponerte ropa interior aséptica, y la región a operar se limpiará y cubrirá con una solución desinfectante. Tras ello, te administrarán anestesia general y, cuando despiertes, vas a ver que tienes colocada una protección postquirúrgica, además de unos drenajes que te retirarán en siguientes días.
Después de la operación, tienes que mantenerte entre 48 y 72 horas en reposo. Cuando tu médico te lo permita, tendrás la posibilidad de volver a casa guardando una serie de precauciones. Deberás llevar un vendaje a lo largo de una semana, y más adelante ponerte una faja abdominal día y noche a lo largo de, por lo menos, tres semanas más. Es aconsejable que tomes masajes específicos a lo largo de este tiempo.
A lo mejor te encuentras algo hinchada. Tu nuevo abdomen va a tener algo de inflamación, pero con toda posibilidad a los 15 días de la operación ya te vas a sentir con ganas de volver a tus tareas. No obstante, no es aconsejable que practiques actividades intensas hasta que pasen las cuatro primeras semanas.
En cuanto a la inflamación, esta irá desapareciendo tras el primer mes de postoperatorio, y cuando eso ocurra podrás quitarte la faja. Aunque hasta los seis meses puede que notes una ligera hinchazón. De igual modo, una vez pasado aproximadamente el primer mes y medio, puedes comenzar con ejercicios para hacer más fuerte la región abdominal. Pide información a tu médico acerca de cómo realizarlos.